TEMPLANZA, FORTALEZA, PRUDENCIA y JUSTICIA

Las cuatro virtudes que todo francmasón ha de practicar son: TEMPLANZA, FORTALEZA, PRUDENCIA y JUSTICIA.

La templanza y la fortaleza son dos caras de una moneda que van inequívocamente unidas como ya se ha estudiado desde la antigua Grecia. Yendo a aquella época, el gran filósofo Platón a través del mito del auriga y el carro alado, nos habla de las tres partes del alma humana. Una de ellas es el alama irascible, la parte buena de nuestro ser, es el caballo bueno que galopa sin cesar camino a la tierra de los Dioses como  si no tuviera freno alguno. Otra de ellas es la parte concupiscible, es el caballo vago y malo que sólo obedece a la fuerza y en cuanto, se descuida su guía, se desvía del camino. La tercera parte del alma es la parte racional, simbolizado por el auriga que ha de guiar el carro alado con dos animales tan distintos.

La parte irascible se puede identificar físicamente con el pecho, es donde reside la fortaleza y el empuje del ser humano; es decir, la fortaleza. Sin embargo, sin controlar este empuje el hombre actuaría de forma vehemente arrastrando la parte racional hacia su lado y abandonando el camino de la virtud. Es aquella parte del alma que nos hace fuertes frente a la adversidad o el dolor y que hemos de cuidar para que, como masones libres, ejerzamos nuestra actividad de una manera adecuada. La fortaleza es fundamental hoy en día para hacer aflorar la valentía que en nuestros tiempos escasea, la fortaleza nos ha de permitir sobreponer la moralidad a los intereses individuales y/o colectivos, aguantar los ataques del “hombre mediocre” (como lo definía Ortega y Gasset) a nuestro buen hacer y corrección en las formas y la fortaleza de guardar los secretos masónicos sin revelarlos pese a las torturas físicas o psíquicas a las que podríamos ser sometidos. Por tanto, la fortaleza es el empuje del alma, la determinación y la disposición para hacer que nuestro alma no sea estática ni insensible.

La parte concupiscible, el caballo malo identificada físicamente con la barriga, es la parte del alma que tiende a aferrarse a las pasiones y deseos. Es aquel caballo vago que sólo quiere pastar, fornicar y dormir. Es decir, se trata de la parte del alma que nos hace ser perezosos y vagos, que nos encamina hacia los vicios, la dejadez y la desidia y que ha de ser controlada. También es la parte del alma que nos permite disfrutar de la vida y que es fundamental para cualquier ser humano pero sin dejar que el disfrute sea lo único importante porque entonces el carro alado caerá al suelo devolviéndonos a la peor parte del estado carnal. Es por ello que la práctica de la templanza es fundamental para que el cuerpo sea sometido a nuestros deseos para no dejarnos caer en el vicio y la desidia, es la parte que complementa a la fortaleza para que la parte concupiscible no domine a la irascible y haga uso de la fuerza del caballo bueno en pro de los intereses del caballo malo. Por tanto, la templanza nos hace huir de los excesos e ir hacia el disfrute con mesura que reconforte nuestro alma pero que no nos haga esclavos de la necesidad.

El auriga, la parte racional del alma, tiene que ver con la justicia. Ha de ser la parte de nosotros que ejerza el balance justo entre fortaleza y templanza para que nuestro carro siga ascendiendo hacia el Altar Divino sin salirse del camino. Es la parte que tiene que ver con la relación entre nosotros como individuos y el mundo que nos rodea, haciendo que seamos ciudadanos que cumplen las leyes, que tienen una correcta moral y que desean que la bondad se imponga en nuestras vidas y nuestra sociedad. Es aquella parte racional que nos ha de hacer distinguir lo esencialmente bueno de lo malo y que ha de saber guiar nuestros dos lados humanos (el irascible y el concupiscible) por el mejor camino posible. Como francmasones hemos de fomentar que en el interior de la L\ impere la justicia evitando disputas entre HH\ o situaciones que lleven a ellas, haciendo que esta actitud sea también reflejo en nuestra vida profana siendo ejemplo de imparcialidad y rectitud.

Por último está la prudencia, que nos hace tener una actitud de contemplación y contención de tal manera que actuemos de una manera racional y tras haber sopesado nuestras acciones. Es lo que distingue a un francmasón del resto de personas, ya que la prudencia hace que el criterio de un hombre sea mejor considerado al dejar de lado la vanidad, la vehemencia y la soberbia.

En definitiva, volviendo al mito del carro alado, podemos ver que están presentes las cuatro virtudes que se han mencionado: Fortaleza y Templanza en ambos caballos que han de ser guiados de manera justa por el auriga, quien ha de ser prudente al manejar el carro.

En los tiempos que corren vemos que predomina principalmente la parte concupiscible del ser humano, vemos que nos hemos sometido a los deseos y que cada vez generamos más necesidades superfluas para alimentar nuestra pereza y nuestra desidia (tanto físicamente como mentalmente) lo que nos hace mucho más débiles como sociedad. Esto sólo se puede resolver mediante esfuerzo y prudencia, ya que una actuación vehemente puede hacer que la sociedad del “hombre masa” acomodado en su vaguería se vuelva en nuestra contra. Por tanto, el ejercicio de la prudencia es primordial en los tiempos que corren para que nuestro ejemplo sea de valor a los que nos rodean.

En mi iniciación me hicieron ver la importancia de la caridad y es verdad, es lo que más nos hace falta hoy en día. Pero no caridad en el sentido de ayuda económica o material, sino espiritual, ya que necesitamos que aquellos que han sucumbido a la parte más concupiscible del alma no terminen de perderse para siempre. Por ello, nuestro sentido de la justicia, nos ha de guiar para comprender que hemos de mostrar caridad humana a aquellos de nuestros familiares y amigos que no pueden salir del circulo vicioso del hedonismo, el egocentrismo y la desidia.

MM Phoenix

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